La carrera docente universitaria en el alambre
El pasado 30 de mayo tuve la oportunidad de defender en el Claustro de la Universidad de Málaga, en representación del Departamento de Didáctica y Organización Escolar, y en defensa de los becarios y posdoc de la universidad (al menos de un buen número de ellos), un escrito que plantea la situación de precariedad que se está viviendo en la universidad en el punto más débil de la carrera docente: los que intentan iniciarla. Comparto en este post este escrito.
La situación que se está generando en la universidad demuestra, una vez más, una miopía del gobierno de la nación y de las comunidades autónomas en relación a la estructuración de la carrera docente universitaria. Quizás se podría asignar otro buen número de calificativos, pero opto por utilizar el menos agresivo, en pos de la gentileza académica. Más grave resulta el modo como muchas universidades están implementando las medidas del gobierno, con una escasa resistencia y a menudo un inexplicable servilismo. La obediencia debida a las leyes sirve de cobertura para mantener políticas mezquinas y justificar situaciones que ponen en grave riesgo el objetivo de consolidar plantillas estables y en condiciones de trabajo aceptables, que permita sacar lo mejor de cada uno de los y las docentes en el nivel que sea.
En su momento ya desaparecieron prácticamente de la oferta de empleo las ayudantías sin doctorado. Algo que en otros momentos constituía el inicio de una carrera docente, y la salida para becarios de investigación aún en fase de formación. El hecho de que tuvieran una escasa dedicación docente (6 cr. máximo) las convertía en poco “rentables” para la universidad. Es mas sencillo contratar directamente profesorado ya formado con plena dedicación que dedicar tiempo y recursos a formarles. El problema esta en cómo consigue este profesorado con plena dedicación adquirir la formación que necesita para hacerse cargo de una docencia con un mínimo de garantías. La alternativa ha pasado por contratar asociados (figura cercana a la explotación laboral) o lo que en Andalucia denominan Profesorado Sustituto Interino, que elimina el requisito de dedicación laboral fuera de la universidad y precariza aún más la figura del docente novel.
Cuando llegan los Wert-recortes la situación se agudiza, ya que incluso la figura de contratado doctor entra en la UCI académica y dejan de convocarse plazas con este perfil, que quedaría fuera de la tasa de reposición famosa, que deja fuera de toda opción la convocatoria de plazas de funcionario. Esta última figura es ya prácticamente un residuo para universidades con altas tasas de jubilación. Estos recortes imponen, por un lado, que profesorado con carreras profesionales cortas, se vean en la obligación de dar muchas más horas que el resto, siendo castigados por su juventud. Resulto harto complicado que alguien que tiene unas obligaciones docentes de 320 horas pueda dedicar tiempo suficiente para ir configurando un currículum adecuado para poder promocionar a otra figura docente más estable o, en su caso, obtener las credenciales suficientes para mejorar su condición profesional. Por otro lado, las universidades optan por contratar, como ya he indicado, profesorado asociado o interino, para cubrir las plazas vacantes por jubilaciones de profesorado estable. La situación es una minusvaloración de la plantilla alarmante. A menudo estas plazas son cubiertas con profesorado recién licenciado, o con formación diferente, trayectorias ajenas al mundo docente, etc. En un escenario de precariedad laboral cualquier oferta de empleo es un reclamo para candidatos de toda condición y si esta la oferta mayoritaria en la universidades el resultado es fácil de adivinar. Algunas áreas tienen más de un 40 % de su plantilla en estas condiciones, y aún proporciones más altas.
Esta situación nos conduce, por un lado, a una especie de gerontocracia, aplicada a la carrera docente. Esto es, solo pueden aspirar a un puesto estable y consolidado a partir de una edad avanzada… Por poner una cifra, solo sería posible optar a esta situación a partir de las 40 o 45 años de edad. Pensemos quién puede sostenerse en situación precaria hasta esa edad. Una posible salida posiblemente sea la extinción del profesorado estable. O sea, la deseada desfuncionarización del Ministro, cubierta con una fuerte precarización de la profesión; sin duda acorde con las tendencias en el mercado de trabajo. Por otro lado, nos encontramos con una profesión casi que prácticamente orientada a la docencia, sin ninguna posibilidad de dedicar un mínimo de tiempo a la investigación, las publicaciones, la reflexión, la crítica, etc. O sea, dejar la parte productiva de la tarea universitaria a el sistema privado, la empresa, el mundo industrial y a los intereses particulares. En definitiva, la domesticación de la investigación.
Con este panorama, el departamento al que pertenezco hace público este documento que hace de altavoz de la reivindicación de un colectivo en riesgo: el profesorado universitario en general. Entiendo y defiendo que este no es solo un problema de los jóvenes. Espero que genere algún tipo de debate. Me van a permitir que obvie la respuesta de la Rectora, por respeto a la figura que representa y la amistad que nos profesamos.
Manifiesto profesorado precario